Qué ver en un día en Pompeya

 Qué ver en un día en Pompeya

Pompeya panorámica de la paza del Foro y el Templo de Jupiter con el Vesubio al fondo

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Durmiendo bajo el volcán, es uno de los títulos que encajaría para definir la ciudad de Pompeya, que al visitarla también haremos referencia a otro título ” Los últimos días de Pompeya”. Este es el concepto al realizar la visita a esta ciudad romana cuando la visitemos, pués realmente la encontraremos en el umbral de tiempo, en sus últimos días

La ciudad de Pompeya nace como tal en año 80 a.C. cuando el cónsul Lucio Cornelio Sila después de un conflicto de 9 años con las tribus Samnitas, las cuales ejercían un dominio sobre las aldeas o territorios que configuraban el área pompeyana, pone asedio a la ciudad y la conmina a su rendición. Poco tiempo después, Sila convertido ya en dictador, establece la Colonia Cornelia Venaria Pompeianorum, recibiendo a su vez los habitantes de la urbe la ciudadanía romana.

Pompeya fue una zona donde los fenómenos volcánicos y sísmicos eran frecuentes, los cuales fueron descritos por observadores y cronistas de la época griega y romana. El monte Vesubio a pesar que no era reconocido como un volcán peligroso dentro del conocimiento geográfico de la época, en el siglo I, por lo que el súbito despertar causó tan trágico final para sus habitantes.

 

LOS CRONISTAS DE LA ÉPOCA

Gaius Plinius Secundus, conocido como Plinio el Viejo (23-79 a.C.), fue funcionario romano y uno de los más notables naturalistas de la Roma antigua, además de almirante de la flota del Mar Tirreno, quien murió el 25 de agosto, en el cumplimiento de su deber, el segundo día de la gigantesca erupción del Vesubio en agosto del año 79. Esta terrible erupción sepultó varias ciudades y villas de la actual área napolitana, como Pompeya, Herculano, Oplontis y Estabia.

Gracias a su sobrino Cayo Plinio Cecilio Segundo (Caius Plinius Caecilius Secundus), conocido a su vez como Plinio el Joven, relatando los hechos acontecidos consecuencia de la catástrofe volcánica, en dos famosas cartas dirigidas a su amigo Tácito.

A mi tío,” Plinio el Viejo como hombre sabio que era, le pareció́ que se trataba de un fenómeno importante y que merecía ser contemplado desde más cerca. Ordena que se le prepare un navío veloz, y me ofrece la oportunidad de ir con él, si yo lo deseaba; le respondí́ que prefería continuar estudiando, y precisamente él me había dado algún material para que yo lo escribiese. Cuando salía de casa, recibe un mensaje de Rectina, esposa de Tascio, aterrorizada por el peligro que la amenazaba (pues su villa estaba al pie de la montaña y no tenía ninguna escapatoria, excepto por mar); le rogaba que la salvase de esa situación tan desesperada”.

 Gracias ha estas a llegado hasta nuestros días una magnífica crónica que ha servido para investigadores y estudiosos el redescubrimiento de las ciudades y villas sepultadas por la lluvia de piedra pómez, ceniza y lava. Por esto se considera a los dos Plinios (el Viejo y el Joven), al volcán Vesubio y a las ciudades de Pompeya y vecinas, como un conjunto de gran valor para el conocimiento de la Roma Imperial del siglo I.

Después de la tragedia, la ciudad y villas sepultadas cayeron en el olvido. Las volverían a descubrir en el siglo XVI, con las exploraciones que se realizaron en 1748, auspiciadas por el rey de Nápoles Carlos III de Borbón y que continuaron sistemáticamente durante el siglo XIX, hasta la actualidad. El área arqueológica de Pompeya abarca alrededor de 66 hectáreas, de las cuales tan sólo unas 45 fueron excavadas.

 

ACCESO A POMPEYA

Uno de los más recomendables es por la Puerta Marina. Es la más imponente de las siete puertas de Pompeya, cuya denominación es en función de las ciudades con que comunican: Nocera, Stabia, Nola, Ercolano, Vesuvio, Sarno y Marina, así llamada esta última porque aquí nacía la ruta que conducía al mar. El circuito de las murallas que ha llegado hasta nuestros días se trazó en el siglo VI a.C. y mide más de 3.200 m. de largo.

Accedemos a través de la porta Marina a la Vía Marina, encontrando a nuestra derecha el llamado Templo de Venus erigido en honor de la diosa Venus, protectora de Lucius Cornelius Sila, muy poco después de que la ciudad se convirtiera en colonia romana (80 a.C. debía de ser el más suntuoso y espléndido de los edificios religiosos de Pompeya.

A continuación, justo en frente nos encontramos con el Templo de Apolo de estilo Dórico, este santuario es el más antiguo de Pompeya, tal como se desprende de la decoración arquitectónica que ha llegado hasta nosotros, la cual se puede datar en torno de los años 575-550 a.C., la estructura actual es del siglo ll a.C. A los costados del pórtico se encuentran las estatuas de Apolo y de Diana, representados como arqueros (las piezas originales se conservan en el Museo Arqueológico de Nápoles).

La Basílica que visitamos a continuación fue construida en la segunda mitad del siglo ll a.C., en el marco de una planificación urbanística, cuyo objetivo consistía en otorgar a la ciudad un aspecto monumental. De planta es rectangular y incluye tres naves. La cubierta es a doble vertiente y descansa contra las columnas centrales y las semicolumnas de la parte superior de las paredes. En el fondo está el tribunal, esto es, el estrado donde se sentaban los jueces, al que subían por medio de escaleras de madera. En este edificio se administraba justicia y para negociar cuestiones económicas.

El Foro de Pompeya, corazón de la ciudad, es la primera plaza monumental que se erigió en este lugar data del siglo ll a.C. Esta emplazado en el punto en que se cruzaban los ejes principales del poblado original. Era la plaza principal de la ciudad y por la misma no podían circular los carros. A su alrededor se erigían los edificios religiosos, políticos y económicos más importantes. Durante el siglo I d.C., en el Foro se levantaron varios monumentos, en honor de la casa imperial. Encontrándose a lo largo de los pórticos estatuas de los ciudadanos ilustres y en el centro del lado Oeste, estaba ubicada la tribuna de los oradores.

El Templo de Júpiter en Pompeya, fue erigido en el siglo ll a.C. y se encuentra en la parte norte de la plaza del Foro. Dispone de un podio por el cual se accede mediante una escalera frontal que hace de base a la cella. En su interior, había una estatua de Júpiter, de la época de Sila (80 a.C. aproximadamente), cuya cabeza ha llegado hasta nuestros días. En ese entonces, el edificio se transformó en Capitolium y fue consagrado al culto de la denominada ‘Triada Capitolina‘, esto es, Júpiter, Juno y Minerva.

 

Accedemos a través de la Vía de las Termas a la casa del Poeta Trágico, la cual posee el trazado típico de la casa con atrio, pero es más pequeña que otras. Su nombre procede del emblema o recuadro con mosaico del tablinum, que representa el ensayo teatral de un coro de sátiros, que se conserva en el Museo Arqueológico de Nápoles. En la entrada de la casa se encuentra el famoso mosaico del perro atado con una cadena y la inscripción que reza CAVE CANEM (“cuidado con el perro”), típico de otras viviendas pompeyanas.

En la casa de Pansa ubicada en el cruce de la Via Consolare con Vicolo della Fullonica, podemos admirar los capiteles jónicos de su jardín con galería permitieron datar la vivienda entorno de los años 140-120 a.C. El trazado ‘en atrium’ de la misma se organiza alrededor del eje entrada atrio-tablino y ocupa toda la manzana.

Seguimos por la Via Consolare hasta a puerta de Herculano lleva este nombre porque en ella nacía el camino que unía a Pompeya y Herculano. Posee tres fornicis, es decir, arcadas laterales que son más pequeñas. Parte de la bóveda se derrumbó. La puerta se construyó después de que el general romano Sila conquistara la ciudad en el año 89 a.C. La escalinata que se encuentra a la derecha de la puerta, permitía subir cómodamente al camino de ronda.

A lo largo de este tramo, aún se advierten las huellas de los proyectiles de piedra que se arrojaron contra la ciudad, durante el sitio de Lucio Cornelio Sila Félix ,  durante la guerra social, el conflicto que estalló en el año 91 a. C. entre Roma y sus aliados itálicos. En el año 89 a. C. consiguió una decisiva victoria militar ante los muros de Pompeya, obteniendo de ese modo una corona gramínea, máxima condecoración militar romana.

Llegamos a la Villa de los Misterios edificada en el siglo ll a.C., en una cuesta, de cara a la playa. Esta suntuosa edificación forma parte del centenar de villas romanas que se descubrieron al pie del Vesubio. Aunque su construcción denota haber pertenecido a alguna familia adinerada, por lo general, eran explotaciones agrícolas. Estas familias buscaban un ‘refugio’ en las afueras, donde fuera posible reconstruir una atmósfera impregnada de cultura griega.

La parte de la villa que da al mar comprende los aposentos de los dueños, que están decorados con unos espléndidos ejemplos de pinturas de (principios del siglo I a.C. – año 20 a.C.). La otra parte estaba destinada a la servidumbre, junto a los locales donde se producía vino y aceite. Aquí se reconstruyó un lagar donde se exprimía la uva, cuyo tronco remata en una cabeza de carnero.

A lo largo de las paredes del triclinio, se encuentra el gran fresco con las escenas de un rito de iniciación en los misterios dionisíacos (al que la villa debe su nombre), o bien, de la iniciación de la mujer en la vida de casada. En la pared se pueden admirar unos espléndidos motivos en miniatura contra un fondo negro, que se inspiran en la pintura egipcia.

 

Regresamos a la plaza del Foro para tomar la Vía de la Abundancia hasta llegar al cruce que a la izquierda es la Vía del Lupanar y hacia la derecha la Vía del Teatro. ¡Así que aprovechamos para visitar uno de los lugares más concurridos de Pompeya, no solo en su época sino actualmente! “Lupa” no sólo quería decir “loba”, en latín, sino también “prostituta”.

Este no sólo era el burdel mejor organizado de los numerosos que existían en Pompeya, sino que es el único que se construyó con esta finalidad específica. Los demás solamente poseían una habitación, o bien, se habían edificado en los altos de una tienda. En la planta baja y en el primer piso, había cinco cuartos y una letrina. Unos recuadros, pintados con las distintas posiciones de los juegos eróticos, decoraban el lupanar. Las prostitutas eran esclavas, por lo general, griegas y orientales.

El precio oscilaba entre los 2 y los 8 ases (una copa de vino costaba 1). Las ganancias, dado que estas mujeres carecían de personalidad jurídica, iban a parar al amo o al proxeneta, esto es, que administraba el burdel. El edificio se remonta a los últimos períodos de la ciudad: en una de las habitaciones, en el enlucido fresco quedó grabada la huella de una moneda del año 72 d.C.

Saliendo del lupanar de Pompeya nos dirigimos al Teatro Grande, edificado en el siglo ll a.C., aprovechando el desnivel natural donde se realizó el graderío o (cavea), en forma de herradura. Estaba subdividido en tres zonas diferentes. La inferior (ima cavea), revestida en mármol, estaba reservada para cargos militares y otras personalidades. Gracias a unas obras posteriores en época de César Augusto se logró una capacidad de alrededor a los 5.000 espectadores. Las piezas que se representaban en este teatro, muy probablemente, eran las Atellanae (farsas populares en osco), las comedias de Plauto y Terencio, mimos y pantomimas (con danza y música).

Justo detrás de el Teatro Grande de Pompeya se encuentra el Templo de Isis. En el centro de un patio, al que ceñía un pórtico de columnas corintias, decoradas con estuco, sobre un podio, se yergue este templo que se construyó a fines del siglo ll a.C. Tras la escalera de la fachada, se encuentra el pronao, con cuatro columnas en la fachada delantera y dos en las de los costados, En dos hornacinas laterales, se encontraban emplazadas las estatuas de Anubis y Harpókrates, divinidades egipcias, vinculadas al culto de Isis.

En el fondo del edificio, en una ancha cella se hallaban las bases de las estatuas que estaban destinadas al culto, entre las cuales, probablemente, se encontraba la de Isis, que fue descubierta en el pórtico.

El anfiteatro de Pompeya construido hacia el año 70 a.C. es uno de los más antiguos y mejor conservados que han llegado hasta nosotros, podía albergar más de 20.000 espectadores. El graderío o cavea se encuentra subdividido en tres sectores; a saber: la ima cavea (primera fila), donde se ubicaban los ciudadanos importantes y, más arriba, la media cavea y la summa cavea, para los demás. A menudo, se extendía un amplio velum o toldo, sobre las gradas, para proteger a los espectadores contra el sol. El edificio estaba destinado a los combates de gladiadores.

En el eje mayor de la arena se abrían dos puertas: por una pasaba el desfile de los que tomarían parte en los juegos; mientras que por la otra sacaban los cuerpos exánimes o a los heridos. En el año 59 d.C., un grupo de “forofos” pompeyanos y otro de Nocera protagonizaron una violenta refriega y la “arena fue descalificada por 1O años” (la medida se anularía tras el terremoto de 62 d.C.

Acaso tras el ardor de los hinchas se ocultará el resentimiento de Pompeya contra Nocera, que poco antes se había transformado en colonia y había absorbido parte de su territorio…). Este episodio está documentado en fresco que se conserva en el Museo de Arqueología de Nápoles.

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